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Si usted reconoce que su situación de vida actual, integralmente hablando, es el resultado de las decisiones y de las acciones que ha tomado y ejecutado, durante cada minuto de su vida, hasta llegar al momento presente, sin duda, reconocerá el valor que tiene tomar la decisión correcta, cada minuto de aquí en adelante, en cuanto a lo que va a hacer y cómo ello tiene un impacto de fondo en su capacidad de alcanzar sus sueños y de vivir una vida plena con realización personal y efectividad en todos su ámbitos.

Conversando sobre este tema con muchas personas, he podido descubrir que la mayoría de los serse humanos vamos por el mundo realizando acciones cotidianas guiados más por la costumbre y los hábitos que por una decisión consiente del efecto que tienen dichas acciones en lo que queremos lograr. Muchas personas reconocen que, en su día a día, hacen muchas cosas porque siempre las han hecho, porque otros esperan que las hagan o porque así pueden pasar el tiempo. También se dan cuenta de que una buena cantidad de las cosas que hacen no tienen ninguna conexión con la obtención de sus sueños y objetivos e incluso muchas de ellas, les alejan de lograr lo que en realidad les motiva en la vida.

Voy a ilustrar esto con un ejemplo simple. Una joven profesional, de unos 24 años, reconoce hoy, en un ejercicio de planeación de vida, que para lograr la posición ejecutiva que quiere dentro de cinco años, un factor clave es aprender a hablar inglés. Es más, se da cuenta de que su sueño de darle la vuelta al mundo, lo cual quiere hacer dentro de diez años, será mucho más placentero y fluido si aprende esta segunda lengua. Ahora, viajemos en el tiempo, hacia el futuro, diez años adelante. Nos encontramos a esta mujer, de 34 años, viviendo su vida en automático, sin pensar muy bien lo que hace y el impacto de ello. Nos damos cuenta de que nunca aprendió inglés, lo cual fue una de las razones por la cual no alcanzó la posición ejecutiva a que aspiraba, cinco años después de su ejercicio de planeación, con lo cual tampoco logró ahorrar lo suficiente para darse el viaje con el que aún sueña. Hay en ella una mirada melancólica, que delata una escondida frustración  relacionada con esos sueños no realizados.

¿Qué pasó? Algo muy común. Ella salió de su sesión de planeamiento muy motivada pero no se fijó que debía tomar las decisiones correctas, de allí en adelante, e invertir su tiempo en acciones conducentes a lograr sus objetivos. Ella recuerda cómo el día en que iba a hacer una investigación por internet, sobre escuelas de inglés en línea, decidió irse a acompañar a una amiga a comprarse unos zapatos. También viene a su mente el momento en el que su empresa le ofreció un préstamo para pagar el curso de inglés y ella decidió rechazarlo; recuerda como tomó la decisión de sacar un préstamo en el banco y ayudarle a su novio a comprar el carro con el que soñaba. Un tiempo después terminó su relación sentimental y, su ex novio, aún no termina de pagarle el préstamo.

En este ejemplo, se ve un patrón común en muchas personas. La forma en que deciden invertir su siguiente minuto no es consiente y no tiene en cuenta el valor de priorizar lo que se va a hacer frente a lo que se quiere lograr. Es más, muchas personas no tienen claros sus objetivos ni aquello que les inspira. Luego hacer lo que sea, cualquier cosa, en el siguiente minuto es totalmente normal y admisible. Muchas veces, las personas hacen un alto en el camino y se ven viviendo la vida o los sueños de sus padres, de sus hijos, de sus parejas, de otros, no los suyos. Es decir, sus decisiones y sus acciones, minuto a minuto, han estado alejadas de lo que quieren y se han basado en las ilusiones, sueños y objetivos de otras personas.

Usted pensará que hay muchos elementos que están fuera de nuestro control que muchas veces hacen que la vida no ocurra como la planeamos. Es verdad; la idea no es desconocer que eso es un hecho. La idea es reconocer que tenemos la capacidad de plantearnos objetivos y de lograr la mayoría de ellos sí y solo sí, a diario, hacemos lo necesario para alcanzarlos.